La pandemia del odio

La pandemia del odio

Vivimos tiempos convulsos marcados por una pandemia sin precedentes, pero también agitados por la crispación y la exaltación de las diferencias. En este contexto, asistimos al cuestionamiento diario de valores que entendíamos intrínsecos a nuestra sociedad; de derechos que habíamos conquistado y consolidado en nuestro país tras años de lucha, en las calles y en las instituciones.

Una parte de la ciudadanía (afortunadamente, minoritaria), ha decido que poco importa lo mucho que nos une o la grandeza de la diversidad que nos hace perfectamente diferentes y ha normalizado comportamientos delictivos (¡delictivos!) que atentan contra la libertad y la igualdad de mujeres, de personas inmigrantes o del colectivo LGTBI. ¿Vivimos otra pandemia dentro de la propia pandemia?

Una pregunta compleja que nos invita a reflexionar para entender por qué, en este periodo en el que hemos conseguido afianzar los avances sociales más importantes de nuestra historia, el odio se instala como una sombra permanente que se alimenta de la desesperanza, de la desinformación (y la sobreinformación), del sufrimiento, de las mentiras y, por supuesto, de los discursos reaccionarios y revisionistas que llegan incluso desde las propias instituciones.

El PSOE lleva sus 142 años de historia combatiendo ese odio en todas sus formas y en todos sus frentes y, al mismo tiempo, trabajando para ampliar derechos, para seguir conquistando libertades. Hemos avanzado mucho, aunque todavía queda por hacer; pero, en medio de esta vorágine (y tal vez para correr más ligeros), se han quedado por el camino valores que habíamos dado por sentados, como el respeto a las diferencias, la empatía, la solidaridad, la concordia, el amor, la verdad…

La violencia machista, los delitos de odio, se suceden de forma alarmante y lo hacen con la complicidad de quienes alimentan los discursos reaccionarios, pero también de quienes miran para otro lado, y es necesario incidir en que aquí no cabe ser equidistantes. Los y las socialistas no lo hemos sido nunca y no lo seremos ahora, porque cuando en este país ha habido que dar un paso al frente, ahí ha estado el PSOE y lo volveremos a hacer para terminar con el machismo, con el racismo, con la lgtbifobia y también con los discursos que lo alientan, incluso desde las instituciones.

En estos últimos días hemos conocido diversas noticias que, por separado, ya nos hablan de la magnitud del problema pero que, unidas en el espacio y en el tiempo, nos arrojan a la cara una realidad que nos debe avergonzar como sociedad. Por un lado, no dejan de crecer, de forma muy alarmante, los casos de violencia machista y vicaria en nuestro país, duramente golpeado en su más pura esencia democrática cada vez que una mujer, una niña o un niño, le son arrebatados, asesinados, víctimas de esta lacra inasumible en toda sociedad que se digne de llamarse avanzada. Por otra parte, la Audiencia Nacional dictaba sentencia señalando que la publicidad de la ultraderecha contra los menores que llegan solos a España (a los que califica como “un problema para la sociedad”) no se puede condenar, aunque sea falsa. Cuestiones a las que se ha sumado el asesinato de Samuel, un joven de 24 años, víctima de lo que puede haber sido una agresión homófoba.

Todo ello, en medio de un clima de intolerancia y de confrontación que defienden quienes carecen de argumentos y aquellos otros que quieren perpetuar sus privilegios sobre los derechos y las libertades del resto.

Estas noticias no representan a España ni a nuestra sociedad, pero no podemos obviar que sí conviven en ellas; y aunque tenemos leyes progresistas y el Gobierno de Pedro Sánchez sigue trabajando en otras (como la ‘Ley Zerolo’), los episodios machistas, xenófobos, homofóbos, aporofóbicos… se suceden cada vez con más frecuencia. Afrontamos un momento histórico decisivo en el que no hay espacio para las caretas: o se está al lado de las víctimas o se es verdugo; o se está al lado de la democracia y se defienden, sin fisuras ni ‘peros’, la diversidad, la igualdad y la libertad de todas las personas, o se está en contra de la Constitución española.

Del lugar en el que nos posicionemos hoy, depende el futuro de nuestra sociedad, y los y las socialistas, lo tenemos claro.