Manuel Miranda, vicesecretario general III y secretario de Transición Ecológica de la Comisión Ejecutiva Provincial del PSOE
Desde el año 1993, el 22 de marzo se celebra el ‘Día Mundial de Agua’. Esta fecha fue establecida por la ONU, con el objetivo de crear conciencia sobre la importancia de este recurso limitado y esencia para la vida, y sobre la necesidad de gestionarlo de una manera sostenible.
Casualmente, en estas semanas en nuestro país y en nuestra provincia, tenemos un episodio, bienvenido y muy necesario, de precipitaciones y sucesivas borrascas que están regando nuestros campos de manera generosa, unos campos ávidos de agua, sobre todo en determinadas comarcas donde los cultivos arrastraban varias campañas de escasez de precipitaciones, que incluso han obligado a arrancar cultivos leñosos por haberse secado.
Pero esta situación no es motivo, dado que estas precipitaciones, por desgracia y como comprobamos muchos años, son cada vez más coyunturales, para que nos concienciemos sobre la importancia de gestionar este recurso con toda la eficacia y eficiencia de que seamos capaces, dado que es un recurso escaso. De hecho, hay alrededor de nada más y nada menos que 2.000 millones de personas que no tienen acceso a servicios básicos de agua potable y 3.600 millones (el 46% de la población) carecen de acceso a un saneamiento de forma segura. Es decir, y nunca mejor dicho, no hemos de acordarnos de Santa Bárbara cuando truena.
El cambio climático, que algunos siguen negando desde las mas completa irresponsabilidad, y en el caso de los que ostentan cargos políticos y/o institucionales mucho más irresponsable todavía; es una realidad, como podemos comprobar cada día, que no solo afecta a las temperaturas, sino que también está afectando a los patrones de precipitaciones en todo el planeta y por supuesto en nuestra región y provincia, dado que nuestro clima más representativo es el semiárido y árido, con alteraciones en los ciclos habituales de lluvias, una mayor frecuencia e intensidad de tormentas y frecuentes y prolongados ciclos de sequía.
Estos efectos los comprobamos cada día, y de manera muy trágica los hemos sufrido en nuestra provincia y en la vecina Valencia, con 228 fallecidos durante el episodio de DANA del pasado 29 de octubre. Aunque Europa sí está haciendo un esfuerzo considerable en este sentido, para frenar el cambio climático y sus efectos, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero, en el resto del mundo el compromiso no es tan claro, avanzando, incluso, en sentido contrario.
Desde el “perfora, baby, perfora” de Donald Trump, lamentable y pernicioso para el planeta y todos sus habitantes (incluidos los que le han votado) y que defiende a ultranza los combustibles fósiles, hasta las políticas extractivas y nada respetuosas con el medio ambiente de otras muchas naciones, pasando por la actitud negacionista de los partidos de ultraderecha con la connivencia, en muchos casos, de los partidos de derechas, como es el caso de ese país. El panorama no es muy halagüeño. Además y sin irnos tan lejos, en la ciudad de Albacete, recientemente hemos podido constatar un ejemplo de irresponsabilidad medioambiental por parte del Gobierno municipal.
La Directiva Marco de Agua de la Unión Europea crea un canon medioambiental en el que se penaliza el consumo excesivo de agua. Este canon supone para la mayoría de los hogares (ocho de cada diez) un desembolso, como mucho, de entre 0 y 1,5 euros mensuales, que debe invertirse, además, en infraestructuras hidráulicas para mejorar la gestión del ciclo integral del agua. Y todas las comunidades del PP están aplicando desde hace años este canon, siendo, en muchas de ellas, mucho mayor.
Sin embargo, el alcalde de Albacete, con su rúbrica y pagada con dinero público, envió una carta a todos los hogares, desinformando sobre este canon, y explicando que es la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha la que obliga a incorporarlo en el recibo. Algo que, como ya hemos referido, no es cierto. En consecuencia, no tenemos otra opción que, en el ‘Día Mundial del Agua’, exigir a nuestros responsables públicos, precisamente, que gestionen y procedan con “responsabilidad”, porque, con las cosas de beber, no se juega, ni se debe jugar, y con el agua, menos.